Hoy 12 de mayo se celebra el Día Mundial de la Fibromialgia, enfermedad reconocida por la Organización Mundial de la Salud en el año 1992. Se define como un síndrome clínico de origen desconocido, caracterizado por la presentación de dolor crónico generalizado y de origen locomotor, lo que conlleva una disminución significativa de la calidad de vida de los afectados.
Me preguntan cuándo empecé a notar los síntomas de una enfermedad invisible llamada fibromialgia. No lo sé, pero mi doctora calcula que por lo menos hace veinte años.
No podía vestirme, no podía ducharme, había temporadas en que me encontraba un poquito mejor y otras que, literalmente, no podía con mi alma. Eran los llamados brotes. Como en aquel momento yo aún vivía en mi calvario particular, llamado violencia de género, muchos médicos pensaban que los dolores eran derivados de esta lacra y los problemas psicológicos que conlleva.
Pero yo seguía enferma. He seguido enferma, además de padecer otras enfermedades y patologías. Hasta que hace alrededor de 3 años en un informe me diagnosticaron fibromialgia. Salí de la consulta con una mezcla de rabia y de impotencia. Pero, por otra parte, también de alegría.
¿Cómo puedes alegrarte? Pues sí, porque por fin un papel decía: «Tengo fibromialgia». Le dije a mi madre que me acompañaba: «No estoy loca ¿Ves? Estoy enferma. Tengo fibromialgia». A partir de ahí comenzó un camino muy duro para concienciar a los que me rodean, familiares, amigos y al resto del mundo.
¿Qué bien te veo? ¿Estás bien verdad? ¿No? Pues yo te veo genial. Son algunas de las frases que escuchamos a diario. Al principio, me molestaban mucho. Ya no. He aprendido a convivir con ello, como con el resto de mis dolores, como con mi falta de visión, mis calambres, mi rigidez y mi falta de voz.
Hoy por hoy, sin embargo, la fibromialgia y yo intentamos ser amigas y llevarnos bien.
Los días que me da tregua, me siento útil, hago más cosas y me siento más o menos bien. Simplemente la enfermedad me deja respirar. Los días que tengo brote suele durar, me encierro, me acuesto, escucho música, leo, pero no hablo apenas porque solo siento dolor y deseo con todas mis fuerzas que eso pase, porque a veces, deseo incluso dejar de existir.
Pero luego me digo, tengo que ser más fuerte que todo eso, aprovechar que la vida me ha dado una segunda oportunidad y seguir luchando por nuestros derechos.
Muchas gracias a todos.
Inma Pc
A Corazón Abierto.