Como la mayoría de vosotros ya sabréis, y al que no lo sepa se lo digo ahora, soy una persona con un diagnóstico en salud mental más o menos severo. Esto ha hecho que en estos días haya desconectado un poco de todo, de la radio que tanto me gusta, de las televisiones que casi no veo por no resultarme interesante los programas que emiten, o de la prensa, que sin duda es la que más me gusta ya que en mi casa desde pequeño se compraban varios periódicos para poder ver las diferentes versiones de una misma noticia.
Desde que comenzó este estado de alarma he estado confinado en casa, pese a mis dificultades para ello, saliendo solamente lo estrictamente necesario: comprar medicación y pasar por el supermercado a comprar comida.
Tengo una hija de 8 años y durante estos días acordé con su madre no verla mientras ella me dejara hacer videollamadas los días que me tocaran con ella, para que nuestra hija no sufriera más riesgo por contagio del que ya hay. También tengo una pareja a la que adoro y con la que hablo todos los días por videollamada de manera que siempre estamos al tanto de cómo nos encontramos los dos y mis dos padres están ingresados en una residencia para mayores. Es por tanto que vivo solo en un pequeño apartamento de una de las muchas ciudades dormitorio que tiene la capital de España.
Desde que empezó el estado de alarma he sentido un constante agobio por lo que estaba pasando por lo que decidí, como ya he dicho antes, dejar de estar pendiente de las noticias para que mi ansiedad no creciera.
Las cosas no iban del todo mal hasta que mi amigo José Manuel Dolader me invitó a participar en el programa de radio “ Escaleras de la dependencia” para debatir con varias asociaciones temas vinculados con la salud mental.
El programa iba bien hasta que al final de este empezó a hablar el famoso y respetado psiquiatra Nestór Szelman responsable del Centro de Salud Mental de Retiro, una de las zonas con más habitantes de Madrid capital. Fue entonces cuando descubrí la magnitud de lo que estábamos viviendo. Nos explicó que de la comunidad de Madrid solo dos hospitales están dando servicios psiquiátricos y siempre a las personas muy graves mentalmente y con contagio del virus. Todos los demás profesionales de los que disponen, tanto él como el resto de los hospitales de la comunidad de Madrid tiene que hacer otras actividades. Los profesionales de la salud mental en nuestra comunidad están informando telefónicamente a los familiares de los fallecidos por el famoso virus. Esto es de vital importancia ya que los que tendrían que hacerlo, los médicos internistas, están tan superados que no pueden dar esas noticias a los familiares de la defunción de uno de los suyos, por lo que necesitan a los psicólogos y psiquiatras de los hospitales para que realicen este trabajo de la manera más profesional posible, ya que esas personas no van a poder despedirse de ese ser querido ni van a poder despedirse de él como se suele hacer en un velatorio, funeral y demás.
Fue justo en ese momento cuando me di cuenta de la envergadura de lo que estábamos viviendo. Este virus necesita un esfuerzo terrible por parte de todos, y del personal médico sobre todo. Pero nosotros, los pacientes, tenemos que hacer todo lo posible para ayudarles y no crearles más presión a los mismos. En ese momento me di cuenta de que nuestra responsabilidad ahora no es solamente quedarnos en casa, nuestra responsabilidad ahora está en aguantar todo lo posible en casa e intentar que nuestras diferentes patologías no puedan con nosotros y ser lo más fuertes posibles para no tener que ir a los hospitales y centros de salud a desbordarlos más de lo que están. Si para ello tenemos que aguantar un poco más a nuestras familias o procurar ser más pacientes con ellos hagámoslo, cada pequeña acción que libre a los sanitarios de tener que dejar de atender lo realmente importante ahora es un grano de arena que poco a poco rellena playas.
Desde aquí pido paciencia a mis compañeros de salud mental y a todo tipo de enfermos, si no estamos realmente en un momento de crisis extrema tratemos de calmarnos a nosotros mismos con ayuda de las personas que nos quieren y de las nuevas tecnologías. De esa manera no solo conseguiremos que el famoso virus no se propague, sino que dejaremos tiempo (que en este momento es oro) a nuestros profesionales de la salud para que puedan retomar fuerzas en la lucha que están teniendo contra el primer enemigo biológico y mundial de la humanidad. Entendamos que no podemos ir a los centros de urgencia por algo nimio y que si necesitamos ir a urgencias sea por algo realmente urgente. Si no tenemos claro si debemos o no asistir utilicemos los teléfonos de emergencias creados para asegurarnos que estamos haciendo lo correcto.
Este virus es cosa de todos. Pongamos nuestro grano de arena.
Gorry.
Activista por una salud mental plena.