Adjuntamos este resumen de una nota publicada por 6 profesionales de la salud el pasado 3 de agosto en el The Medical Journal of Australia

Desempleo, suicidio y Covid-19: utilizando la evidencia para planificar la prevención.

En respuesta a la pandemia de la enfermedad por coronavirus de 2019 (COVID-19), la imposición de políticas de distanciamiento social y los impactos relacionados en el mercado laboral han provocado una gran pérdida de puestos de trabajo. A nivel mundial, el Fondo Monetario Internacional ha pronosticado la recesión económica más pronunciada desde la Gran Depresión.

El desempleo por sí solo se asocia con un riesgo relativo de muerte por suicidio dos o tres veces mayor que el de estar empleado, y los picos repentinos del desempleo se asocian con los correspondientes aumentos en las tasas de suicidio de la población.La crisis financiera mundial, que condujo a la recesión más profunda desde la década de 1930 y la pérdida de 30 millones de puestos de trabajo en todo el mundo, se estima que resultó en al menos 10.000 suicidios económicos adicionales entre 2008 y 2010 en Europa y América del Norte.

A pesar de la considerable evidencia de los impactos psicosociales del desempleo masivo, argumentamos que el impacto de la pandemia de COVID-19 en las tasas de suicidio está lejos de ser predeterminado, y que una acción temprana y sostenida puede prevenir muchos suicidios y otros resultados adversos de salud mental. Durante recesiones anteriores, Austria, Suecia y Finlandia han mostrado resiliencia ante un desempleo sustancialmente mayor. De hecho, a pesar de los aumentos considerables de las tasas de desempleo en Suecia y Finlandia a principios de la década de 1990, la tasa de suicidios disminuyó.

Sugerimos que, según la literatura disponible, existen varios factores que podrían moderar los impactos del desempleo generalizado. Estos incluyen tanto medidas de prevención temprana como atención de crisis: gasto social sostenido, programas y protecciones del mercado laboral y financiación adecuada y acceso a los servicios de salud mental, incluyendo los programas de prevención y la participación de nuevas tecnologías en la respuesta de notificación y atención.

En primer lugar, los países con un gasto de bienestar sostenido durante las recesiones tienen aumentos menos marcados en las tasas de suicidio que aquellos que recortaron el gasto en iniciativas de bienestar y búsqueda de empleo para los desempleados. Se requieren políticas sociales sólidas para garantizar beneficios de bienestar adecuados para las personas con una pérdida de ingresos baja o repentina.

En segundo lugar, los países con programas activos del mercado laboral, que ayudan a los desempleados a encontrar trabajo o volver a capacitarse, y aquellos con protección del mercado laboral tienen tasas más bajas de suicidio relacionado con el desempleo que los países que no lo hacen.

En tercer lugar, es fundamental que se invierta de inmediato en la salud mental, no solo en términos de tratamiento, sino también en programas de prevención. Se requieren diferentes enfoques para reducir los intentos de suicidio y las muertes, que involucran tanto a la salud pública como a los servicios clínicos. En cuanto a las intervenciones directas de prevención del suicidio, cada vez hay más pruebas de los enfoques de sistemas multinivel, que utilizan componentes que van desde el nivel individual (p. Ej., Atención posterior asertiva, intervenciones psicosociales) hasta intervenciones de salud pública (p. Ej., Formación de profesionales), además de intervenciones indirectas (dirigidas a factores de riesgo). Mejorar la calidad, la disponibilidad y el acceso a los programas y los servicios de apoyo en crisis es vital para prevenir el suicidio, con la crisis actual que crea nuevos desafíos y agrava los problemas sistémicos preexistentes.

La utilización de las nuevas tecnologías en la lucha contra el suicidio puede presentar una nueva herramienta valiosa. El potencial de conceptos como el mapeo geoespacial integrado, la vigilancia de puntos críticos y la presentación de informes en tiempo real podrían conducir a avances significativos en la predicción e intervención en la conducta suicida.

Por último, las consecuencias económicas resultantes de la pandemia de COVID-19 representan una amenaza que requiere una movilización y planificación urgentes. Se requieren ciertos pasos para moderar los impactos en la salud mental del desempleo generalizado, incluyendo el gasto sostenido en bienestar; programas de mercado laboral; inversión adecuada y acceso a servicios de prevención y tratamiento de salud mental; así como la notificación dinámica del riesgo de suicidio para ayudar a las respuestas regionales y la restricción de medios.
La actual crisis económica presenta una oportunidad para implementar políticas que no solo mitigarían el impacto de la recesión en el suicidio, sino que incidentalmente podrían reducir la carga económica y de salud nacional presentada por la angustia emocional en cualquier ciclo económico. Haciendo esto, quizá podamos salir de esta crisis actual más fuertes y resilientes como nación.

POSDATA
Hemos querido poner en la portada la imagen de la campaña de la Asociación la barandilla «12 meses,12 sonrisas» dedicada este mes de septiembre a la prevención del suicidio.

José Manuel Dolader.